Por: Jorge Bolivar
Hay una frase del educador y filósofo brasilero Paulo Freire, que suele ser muy usada en mensajes y tarjetas de felicitación el día del maestro, celebrado recientemente en Colombia: “La educación no cambia el mundo, sino cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Aunque pareciera cliché, aquello tiene sentido si entendemos la educación como pilar fundamental de la sociedad, pero principalmente en la vida de cada persona en su mera individualidad.
Muy seguramente el mundo sería mejor sin las amplias brechas sociales que todavía existen en materia de acceso y cobertura de educación, pero sobre todo el mundo propio de miles de niños, niñas y jóvenes sería mejor, pues el conocimiento rompe no solo las barreras de la ignorancia, sino que abre las puertas a las oportunidades.
La pandemia y específicamente la cuarentena nos mostró la peor cara de la vida. Debido a que muchos no podían salir de casa, nos dimos cuenta que algunos ni siquiera tenían casa, y que cuando se trataba de mantener distancia social o aislamiento, otros no tenían forma de hacerlo, pues compartían una sola habitación para toda la familia. Igualmente sucedió con los temas educativos. Las clases se trasladaron a casa y a la virtualidad, pero no todos los niños colombianos tenían un celular, una tableta, o incluso, ni siquiera forma de acceder a una señal wifi. No obstante, y ante la insistencia de los estudiantes colombianos, y ante la necesidad imperante, se abrió el camino de la gratuidad académica de la educación superior, siendo el departamento del Tolima, justamente pionero con la Universidad del Tolima, y tiempo después con otras instituciones públicas. Ese es el camino que debemos seguir recorriendo.
En Ibagué tenemos la necesidad de generar las condiciones para que ningún niño, niña y adolescente se quede sin ingresar al colegio y a la universidad, pero más allá de eso, debemos brindar las garantías para que esa educación sea de calidad, para que no haya problemas de infraestructura como los que actualmente se viven por cuenta del retraso de las obras en los colegios públicos de la ciudad, y para que la tecnología y la innovación hagan parte de proyectos y políticas públicas que le permitan a cada niño ibaguereño navegar y estudiar en red, incluso en escuelas y universidades del exterior.
Tenemos que convertir a Ibagué en la ciudad más educada de Colombia, y para ello hay que hacer una apuesta importante para dotar las instituciones educativas de un sistema robusto que permita que en cada aula de clase, el docente cuente con las herramientas tecnológicas necesarias para llevar a cabo los procesos de enseñanza-aprendizaje de la mejor manera posible.
Soy un convencido que en estos tiempos de revolución digital, al estudiante no hay que restringirle el celular en clase, sino enseñarle cómo usarlo para construir conocimiento, generar debates, y realizar análisis de todo tipo. Ojalá todos los niños del mundo tuvieran un teléfono o una tableta para aprender, y desaprender, para construir y deconstruir, un mundo educado, sin duda es un mundo mejor.