El pasado jueves compartíamos un desayuno sanjuanero con los comunicadores de la ciudad, y llegábamos a la conclusión con algunos de ellos, que son muy difíciles las condiciones en las que desarrollan su labor diaria. En principio se enfrentan a los bajos salarios de la profesión y a la inestabilidad de sus contratos, pero en el peor de los casos a los chantajes de los gobernantes de turno, quienes, a través de la pauta publicitaria, pretenden coartar la libertad de prensa y la libertad de expresión.
Aunque el periodismo en las regiones enfrenta retos mucho más complejos que a nivel país, para nadie es un secreto que, en Colombia, los grandes medios de comunicación hacen parte de conglomerados de propiedad de las personas más poderosas del país, y es claro, que hay un sesgo casi permanente al menos en lo que tiene que ver con sus intereses. Hay autocensura muchas veces porque no es “conveniente” que salga una noticia que afecte a quien financia o paga el salario del periodista, y aquí es donde el periodismo pierde su esencia.
En estos tiempos, afloran con entusiasmo portales digitales y proyectos independientes de periodismo, y aunque aquí el problema es distinto ya que no hay quien financie la independencia de un medio alternativo, los retos terminan siendo los mismos: tener credibilidad, rigurosidad, y no vender el criterio por cuenta de favorecer o perjudicar a alguien, al menos en lo que a la política respecta. Trabajar duro contra las fake news resulta siendo el reto del periodismo del nuevo siglo, en un mundo globalizado e hiperconectado, en donde cualquier persona con un celular y datos de internet puede ser periodista y construir narrativas o informaciones sesgadas o carentes de veracidad.
Personalmente tuve la oportunidad de trabajar en La Cariñosa con varios periodistas, y aprendí de la sabiduría de sus buenos oficios. Valoro profundamente su labor, y espero que nunca dejen de formarse académicamente como lo han venido haciendo aquellos comunicadores tolimenses de vieja guardia que han tenido la oportunidad de ingresar a la universidad gracias a los convenios del gobierno departamental con las instituciones de educación superior.
Que un gobernante o una administración gubernamental paute en un medio de comunicación, no quiere decir que ese medio o sus periodistas deban callar, no informar o no criticar cuando haya que criticar. Respetar el periodismo debe ir más allá de homenajear una vez al año con tarjetas y agasajos materiales a quienes se dedican a este noble oficio. Para la administración gubernamental de cualquier democracia, no vilipendiar la prensa, ni demeritar a los periodistas, es esencial para garantizar la crítica y la voz de la ciudadanía inconforme, como le ha ocurrido recientemente al presidente Gustavo Petro con algunos medios de la nación. Bienvenida la crítica, con respeto y argumentos, pero bienvenida, porque nos ayuda a mejorar en los propósitos que tenemos.